El cierre del año 2020 y la experiencia
acumulada a través de éste puede que nos deje un par de constataciones y
confirmaciones de tendencias e hipótesis que hasta ahora se encontraban en
ciernes. Por un lado, la referida a la consolidación de la economía digital a escala
global, y que en la actualidad la digitalización forma parte de nuestra
realidad en el futuro inmediato, y por el otro, el planteamiento de alguna hipótesis
sobre la posibilidad de algún cambio en el marco institucional y económico
venezolano o no, y el racional de ir sorteando estratégicamente dichos
escenarios.
Autor: Enrique González (*)
1.- La Pandemia: Adaptación y Estrategia ante la Economía Digital:
La pandemia y las distintas políticas
públicas -entre otras, “cuarentenas”, aislamiento y distanciamiento social- aplicadas
por diversos gobiernos a nivel mundial han constituido una especie de “experimento
natural” que permitió a los ciudadanos en sus roles de consumidores por un
lado, y de empresarios y empleados por el otro, cambiar sus percepciones
respecto al comercio electrónico y al tele-trabajo respectivamente.
Debido a que las compras electrónicas y el
comercio on-line poseen algunas
características de “bien de experiencia”,
los cuales requieren que el consumidor compruebe sus cualidades, beneficios y
constaten si efectivamente alguno de los riesgos y temores referidos a este
tipo de servicio efectivamente se justifican; su proliferación a lo largo del
tiempo ha enfrentado ciertas resistencias. En específico, los temores de los
consumidores respecto a la seguridad en las transacciones y la protección de
sus datos, así como la garantía que la transacción se concrete y efectivamente
el producto localizado por medio de portales Web cumpla con las expectativas,
ha podido constituir la primera barrera para desarrollar una confianza en favor
de esta modalidad de comercio.
Sin embargo, la pandemia nos ha obligado a
muchos a tener que realizar transacciones electrónicas, bien por las
precauciones que hemos tomado de no salir de casa, o porque simplemente en
algún momento durante la “cuarentena” los comercios físicos han estado cerrados
y la única alternativa ha sido las compras vía el comercio electrónico y el Delivery.
Países que muestran desempeños tímidos,
confirman crecimientos de por lo menos 40% en las compras electrónicas o a
través de plataformas transaccionales. Por ejemplo, se estima que en Argentina
durante el primer semestre de 2020 el crecimiento del eCommerce se ubicó en
106%. Por otra parte, se estima que en Latinoamérica uno de cada cinco clientes
en eCommerce es nuevo debido a la pandemia. Hay quienes estiman que la pandemia
explica un crecimiento promedio de 300% en el eCommerce en Latinoamérica.
Aún cuando probablemente a futuro el
comercio electrónico continúe afianzándose en el uso y costumbre de los
consumidores, apalancado en la experiencia desarrollada durante la pandemia,
haciendo de la digitalización de las empresas un canal de interés a explorar y
operar, asimismo presenta retos y amenazas. En la medida que el comercio
electrónico, la oferta virtual de productos y la publicidad a través de nuevos
y numerosos medios y plataformas reducen los costos de búsqueda de los
potenciales consumidores, asimismo puede presionar por un mayor nivel de
rivalidad vía precio. Ante esta circunstancia las empresas tienen que valorar
cuál podría ser el efecto neto entre: por un lado, una ampliación de los
canales de promoción y venta de sus productos -por ejemplo por medio de
plataformas transaccionales de terceros-, que aún cuando bien posicionadas, suelen
exigir pagos o porcentajes sobre las ventas, a la par que facilitan la
comparación de precios con la competencia aumentando la rivalidad en dicho
atributo, pudiendo generar un eventual efecto “canibalización” sobre canales
tradicionales, y por el otro lado, el eventual efecto volumen de aumento en las
ventas.
Otro tema que la pandemia ha puesto en
evidencia, y que anteriormente no se tenía del todo claro, además del prejuicio
referido al riesgo de pérdida de productividad, lo constituía el trabajo a
distancia o tele-trabajo. A lo largo de variados sectores y actividades
económicas, así como profesiones y oficios, la cuarentena ha forzado a
empleadores y trabajadores a ensayar y probar modalidades de tele-trabajo;
demostrando que constituye, para ciertas labores que tradicionalmente se
desempeñaban presencialmente, una alternativa eficiente y productiva. El ahorro
de ciertos costos de transporte, de logística del trabajador para ir y regresar
del trabajo, de espacios e inmuebles para el empleador, obviamente deben ser
sopesados con los costos que puedan implicar nuevas formas de monitoreo del
trabajador, así como la “brecha digital”. Este ultimo término -brecha digital-
posee varias acepciones y dimensiones, sin embargo queremos destacar, con
especial énfasis para el caso de países como Venezuela, el alcance de la
infraestructura instalada para la prestación del servicio de Internet -alcance
geográfico, ancho de banda y velocidad-, la accesibilidad por parte de los habitantes
de algunos países de la región a este tipo de servicios -no sólo en lo referido
al teme de precios por el servicio de Internet sino a la disponibilidad de
dispositivos o hardware para su uso-, así como las destrezas, conocimientos y
predisposición a favor del uso de nuevos softwares y herramientas tecnológicas.
No sólo la digitalización de las empresas,
dada la transversalidad del recurso tecnológico y sus potenciales beneficios en
materia de expansión de mercados, sino en los casos que corresponda, el manejo
de nuevos ingentes de datos, permitirían a las empresas conocer mejor los
gustos, preferencias e incluso las disponibilidades de pago por parte de sus
consumidores a un nivel nunca visto con anterioridad. Esta nueva realidad posibilitará
atender más eficientemente los mercados, permitiendo expandir los mismos y
capturar mayores porcentajes de valor en estos. Definitivamente el marketing ha
evolucionado de un “arte” a ser una ciencia de datos, por medio de la
cual se facilita el éxito en los mercados y la rentabilidad de las empresas.
2.- ¿Fenece el Rentismo?: ¿Cambio del Paradigma Económico?
El rentismo petrolero fenece; lo que
implica retos, riesgos y oportunidades. Un país que ha contado en la renta
petrolera como su principal fuente dinamizadora y soporte del poder de compra
interno y externo -así como fuente de credibilidad y respaldo de su moneda-; puede
verse forzado ha tener que cambiar su paradigma económico y pasar así de uno de
extracción y apropiación de la renta petrolera a uno basado en la creación de valor
en adelante.
En este sentido, el colapso de la
industria petrolera venezolana supone un shock
negativo “súbito” contra la profundidad del mercado venezolano en general. La
contra cara de esta moneda, lo constituye la necesidad de cambiar el paradigma
de bienestar, crecimiento y riqueza que hasta la fecha se encontraba
fundamentalmente sustentado en la economía petrolera.
Para ello el talento, la innovación, la
diferenciación, la productividad y la competitividad de nuestro esfuerzo,
operaciones y productos resultan claves. En este sentido, el factor y recurso
productivo relevante lo constituirá el talento humano. Crear valor, soluciones,
estrategias y productos más que insumos físicos exige emprendedurismo y
conocimientos. Las estrategias de retención, captación e incentivos al talento
humano han tomado especial relevancia en las empresas venezolanas en la
actualidad, y continuarán siendo una política fundamental a futuro,
especialmente frente a un nuevo paradigma económico y productivo.
Sin embargo, vale acotar que la petrolera
no es la única vía del rentismo, por lo que como sociedad seguimos expuestos al
riesgo de búsqueda de rentas por medio de la captura de instituciones públicas débiles.
Esta visión si bien racional desde la perspectiva de intereses particulares y
en el corto plazo; ha mostrado basarse en una visión poco sostenible, que
atenta al mediano y largo plazo en contra de la productividad y el bienestar
del país, debido a que concibe, erróneamente, a la economía como un juego suma
cero donde unos ganan a costa de otros.
La economía y la innovación en términos dinámicos
constituyen un juego suma positiva donde todos los participantes y stakeholders pueden ganar. Ejemplo de
ello lo constituye el universo de intercambios y contratos voluntarios, así
como la innovación e introducción de nuevos productos y servicios a los
mercados que terminan beneficiando a todos los ciudadanos en su rol de
consumidores, empleados, empresarios, etc.
3.- Resiliencia versus Procrastinación:
Resiliencia: “La resiliencia o entereza es la capacidad para adaptarse levemente con
resultados positivos frente a situaciones adversas”. Fuente: Wikipedia.
Procrastinación: “La procrastinación (del latín procrastinare: pro, adelante, y crastinus, mañana), postergación o posposición es la acción o hábito de retrasar
actividades o situaciones que deben atenderse, sustituyéndolas por otras
situaciones más irrelevantes o agradables por miedo o pereza a afrontarlas”. Fuente: Wikipedia.
Con la intención de dar un sentido
práctico y consecuencialista a los términos utilizados en el presente
subtítulo así como al esfuerzo que realizan empresarios, gremios e
instituciones de la sociedad civil día a día ante la situación tan adversa que
atraviesa el país, nos permitiremos plantear un tema cuya formalización supera
el presente artículo, pero que permitirá darle racionalidad a las acciones que
hacemos todos los días por defender y promover el desarrollo de nuestros
sectores económicos y nuestras empresas.
Lo primero que habría que definir es que
consecuencialismo implicaría valorar los esfuerzos y las alternativas basándonos
en sus resultados. Desde una perspectiva estrictamente económica, todo esfuerzo
que implique aportes y réditos que superen a los costos implícitos y explícitos,
se encontrará justificado. Más allá, un “análisis marginalista” nos sugeriría
que cada esfuerzo adicional o marginal en la defensa de nuestros sectores y
empresas tendrá sentido en la medida que el aporte marginal supere al costo
marginal de dicho “proyecto”, justo hasta el punto en el cual el beneficio
derivado del último esfuerzo y/o recurso marginal invertido se iguale a su
costo marginal (se maximizaría la utilidad y/o riqueza producto del esfuerzo
desplegado).
Dicho esto definamos el entorno al cual se
enfrentan en Venezuela. El marco institucional doméstico no sólo es incierto en
algunos casos, sino claramente hostil en otros casos en contra de la propiedad
y la actividad privada. ¿Pero es así siempre, en todos los ámbitos, y para
siempre? Para responder esta pregunta permítanme presentar algunas hipótesis
respecto a los objetivos del régimen actual. Reduzcamos al ámbito de nuestro
análisis a lo “económico” y al “poder”. En este sentido, ¿Constituye el poder y
la economía objetivos por sí mismos o por el contrario instrumentos para la actual
gestión de gobierno? Una respuesta plausible puede ser que para nadie tanto el
poder como lo “económico” pueden constituir un fin en sí mismo, sino
instrumentos útiles, eventualmente eficientes y/o indirectos para alcanzar otros
objetivos o valores para ciertos seres humanos (tampoco negamos que el poder y
lo “económico” puedan constituir un objetivo en sí mismos para ciertas personas,
siendo que gustos y preferencias pueden ser muy amplias y diversas).
La evidencia podría ayudarnos a
contrastar, en un principio y más allá de si constituyen un objetivo o un
instrumento, cuál de estos -el poder y lo “económico”- parece gozar de
prioridad o primacía para la actual gestión de gobierno.
La evidencia podría parecer asomar que
existe prioridad del “poder” sobre lo “económico”, con explicaciones
alternativas -más allá que las consecuencias pudieran resultar idénticas-. Una primera
explicación podría basarse en la creencia que el poder constituye un objetivo
por sí mismo, aún cuando su argumento resultaría un tanto tautológico o circular.
Una segunda explicación podría consistir en que el poder es un instrumento más
que un objetivo, que permite apuntar a alcanzar diversos objetivos, entre
otros, económicos o que permitirían impunidad a lo largo del tiempo.
Respecto a lo “económico”, habría que
distinguir entre la economía nacional y el interés económico particular de
quienes gobiernan. En el primer caso, el desempeño económico del país no parece
acompañar una hipótesis de que la economía del país -su salud, solidez y
crecimiento- podría constituir un objetivo per se para la actual gestión de
gobierno -tenemos ocho años de contracción económica ininterrumpida-. Esta
realidad contrasta con aquellos analistas económicos que aseguran que un país
sin riqueza no le funcionaría al gobierno. Sin embargo, dichos analistas no
valoran una posibilidad argumentativa que imprime racionalidad a dicha
situación económica (nuestro segundo caso, que parte de la hipótesis que la
economía si podría constituir, por un lado un objetivo y por el otro lado un
instrumento, como pasaremos a explicar a continuación).
Por un lado (caso de lo “económico” como
“objetivo”), una gestión de gobierno interesada en su economía y sacar provecho
económico del poder no tiene por qué significar que tengan por objetivo a la
economía nacional, sino que con el simple hecho que ellos saquen ventajas
económicas, el promedio de la economía puede ir mal -especialmente producto de
conductas expoliadoras-. Por el otro lado (caso de lo “económico” como instrumento),
aun cuando pueda parecer rebuscada la argumentación para algunos, el empobrecimiento
de la población desdibuja, disminuye y/o destruye la “autonomía del ciudadano”,
quien en adelante resulta vulnerable ante el poder. Esta hipótesis -ceteris
paribus, es decir obviando crisis en el sector petrolero e incompetencia
gubernamental- por perversa que luzca, asomaría una realidad y apuntaría a una
evidencia parecida a la transitada por el país.
Aún cuando el gobierno con sus políticas
públicas y su marco normativo y regulatorio condiciona las reglas del juego,
afecta derechos de propiedad y la rentabilidad de los negocios, y en este
sentido los incentivos a desarrollar o continuar operaciones económicas; la
eficiencia de los mercados “individualmente” puede constituir un argumento en
defensa de ciertos sectores económicos que no tiene por qué, a priori, amenazar
objetivos o instrumentos para el régimen -incluso asumiendo la peor de las
hipótesis anteriormente mencionadas-.
En la medida que el buen funcionamiento de
un mercado no atente contra objetivos e instrumentos del régimen -imaginemos
una situación de mejora paretiana, donde todos los stakeholders, incluyendo el gobierno vía impositiva, ganan del
funcionamiento eficiente de un mercado- parece plausible pensar que los
esfuerzos empresariales, particulares y gremiales cuentan con la posibilidad de
coadyuvar a resolver barreras administrativas y a levantar trabas legales que
limitan el sostenimiento, desarrollo o introducción de nuevos productos y
mercados.
Por parte del régimen, eventuales muestras
de lo anterior, podrían constituirlo ciertos anuncios como los referidos a la
privatización de empresas en manos del Estado -en franco reconocimiento del
fracaso del Estado empresario- e incluso hacerse la vista gorda ante soluciones
privadas a problemas económicos generalizados -como podría ser la dolarización
transaccional de facto-.
Finalmente, nuestra reflexión pretende
hacer ver que racionalmente aún ante escenarios terriblemente adversos, se
justifica seguir atendiendo las actividades, mercados y clientes, no basado en
argumento deontológico alguno, sino en consecuencialismo puro y duro. Aún
restringidos por la concepción de sociedad, de país y del poder que posee la
actual gestión de gobierno, pueden existir numerosas situación donde el interés
público y el de los privados -incluyendo especialmente al régimen- pueden
encontrarse perfectamente alineados y compatibilizados. Más allá, suelen ser
los sectores productivos, sus empresarios y los gremios empresariales los actores
que mejor conocen sus mercados y las características idiosincráticas de los
mismos como para explicarle al régimen y hacerle ver que la situación o caso en
cuestión -se trate del levantamiento de una barrera administrativa o la
petición de corrección de una distorsión en el mercado- se trata de uno donde
todos ganan.
(*) Economista UCV. Master in Competition and Market
Regulation, Universidad Pompeu Fabra. Maestría en Economía Industrial, Universidad Carlos III de Madrid.
Postgraduate Diploma in Economics for Competition Law, Kings College London.
Maestría en Derecho y Economía, Universidad Torcuato Di Tella. Especialización
en Economía de los Sectores Telecomunicaciones, Energía, Farmacéutico,
Transporte, Agua y Banca, Universidad Pompeu Fabra y Universidad Carlos III de
Madrid.